Palabras como “capitalismo” y “socialismo” expresaron en algún momento conceptos útiles que pensadores serios emplearon para proponer hipótesis sobre el funcionamiento de la sociedad.
Pero hoy en día, en manos de la ignorancia y saturadas de emociones primarias, significan lo que le dé la gana al más borracho; le sirven para insultar, para dejar de pensar, y para escoger sin reflexión, guiado únicamente por un rencor, con frecuencia, más que irracional, antirracional.

Ejemplos sobran, por desdicha. Uno reciente es el del candidato presidencial estadounidense Bernie Sanders. Es muy curioso–pero indicativo– que a los europeos y canadienses democráticos, sean de derecha, de centro o de izquierda, les sorprenda que las propuestas de política doméstica del viejo socialdemócrata conciten tanta controversia en el país norteamericano; peor aún, que sean a veces presentadas como una conspiración que convertiría a EEUU en Venezuela y disparates similares.
Doy este ejemplo y puedo dar uno más grotesco: la defensa ‘ideológica’ de la atroz dictadura del FSLN en Nicaragua, o del régimen de Maduro en Venezuela, bajo la excusa de que quienes se oponen a estas dictaduras son «de derecha», o «neoliberales», gente que–por supuesto–«odia a los pueblos» y ha venido a este mundo a destrozarlos.
Ambos lados de esta moneda de la sandez se dan, como corresponde a una moneda, la espalda. Pero no son muy diferentes en estructura mental, y en el fondo, aunque digan tener valores opuestos, son como el mismo motor con distintas carrocerías. Funcionan igual, aunque luzcan distintos. Y los dos atropellan.
En condiciones democráticas, la única esperanza es que la gente pensante no baje la guardia y promueva sin cesar la crítica y la difusión del racionalismo, eterna causa noble condenada a victorias temporales, frágiles siempre, y siempre bajo asedio.
Porque los sandios y sandias (con «corrección política», pero sin acento, estimados paisanos), no solo son ciegos, sino que usan anteojos oscuros: para ellos no importa cuánta gente mate o exile Ortega, Maduro, y hasta el régimen cubano; y del otro lado, no importa que a quien Trump verdaderamente se parezca, en estilo y visión del poder, en su irrespeto a la institucionalidad democrática y a los derechos del individuo, sea el tirano Chávez.
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