27 de julio de 2019
Es el país de las trágicas maravillas:
–Sale libre el paramilitar que asesina a una estudiante; entra a cárcel la abogada defensora de un secuestrado político; la acusan… ¡de haberse defendido de acoso sexual!
–El Jefe del Ejército de Nicaragua, que ha apañado (más bien, como la evidencia indica, participado) en un genocidio contra su propio pueblo, lloriquea ante las cámaras de televisión por los ataques horribles que recibe en las redes sociales; no es justo, pero promete mantenerse firme, defendiendo la constitución; uno no puede menos que conmoverse;
–Llamar a los ciudadanos a la calle, a poner el pecho ante la represión orteguista, es razonable, pero pedirles a los poderosos que se sumen a la lucha es «locura». Es que los empresarios todavía “no están ahí” dice Juan Sebastián Chamorro, uno de sus voceros; claro, hay que entender que un divorcio toma tiempo;
–La Policía Nacional desfila con banderas del FSLN, baila en honor al caudillo. Matar por un mísero salario, bailar por un mísero bono. Su droga es la migaja de poder, la pertenencia a una banda—o a una compañía de danzas;
–Empiezan algunas voces (Humberto Belli, por ejemplo, en La Prensa) a sugerir que quizás Aminta Granera sea más víctima que cómplice. Triste para ella, pero su entrada al club de los “rehabilitables” se complica cuando el tirano la envía a la calle el día del “Repliegue” con la misión de echarle rosas y besos al bus de turismo donde él viaja—o marcha, dicen ellos—con su adorable consorte;
–El vocero de la Alianza «Cívica» [repito: «¡vocero!»] bloquea en su cuenta a ciudadanos y medios cuando siente que lo “ofenden” las opiniones políticas contrarias. En respuesta, Gioconda Belli, presidenta del PEN Internacional/Nicaragua, asociación de defensores de la libertad de expresión, premia el despliegue de intolerancia del vocero con un púlpito para predicar sobre… «la importancia de las libertades»; criticar esta ironía atroz es convertirse uno en “violador de la libertad de expresión”;
Es el país del chayido, el hogar de la frase «¡Dejá de andar jodiendo!» y las múltiples variazioni que con deleite entonan frente a cualquier disidencia las élites prepotentes de Nicaragua –desde el orteguismo hasta la Alianza Cívica, pasando por el mar de camaleones y zorros que son la fauna del fracaso.
Una de esas variazioni
es el contundente «sabemos lo que hacemos» del vocero de
marras, Mario Arana. Por cierto, si en
verdad «saben lo que hacen», pues entonces la situación en la que se halla
Nicaragua debe ser parte de su plan. De lo contrario, quizás a lo mejor no “sepan
tanto”. ¿O será que «todo está fríamente calculado»? Lo sospeché
desde un principio.
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