Enero 20, 2019
Tengo que confesarlo: es un video hermoso, en blanco, azul, y negro. Diseñado para elevar el contraste entre los colores de la bandera y la oscuridad impuesta por la dictadura.
Desafortunadamente, pasado el breve goce estético se viene un regusto entre triste e indignado, más que todo una sensación de vacío.
Puesto a reflexionar, no es difícil entender por qué: el video es una cortina de humo, una más de los grandes propietarios del Cosep, como antes los paros de un viernes, las “encerronas” para decidir “futuras acciones”, y más recientemente el anuncio hecho por la dirigencia de la asociación gremial de que darían cobijo legal a una marcha ciudadana, podrían su sello en la solicitud de permiso que el régimen, de manera arbitraria, exige, y que hasta la fecha ha denegado bajo la excusa de que quienes pedían autorización estaban siendo investigados por “golpistas” o eran entidades ilegales.
Desde aquel anuncio, ya ha corrido más de un mes.
Mientras tanto: más presos, incluyendo varios de los más importantes periodistas independientes, más exilados, y más desaparecidos; el país entero convertido en un gulag, la economía deslizándose al abismo. No solo eso: el magistrado Solís –de la Corte Suprema– aliado clave de Ortega, se ha ido al exilio tras renunciar dramáticamente a su cargo (“yo no deseo una guerra civil en Nicaragua, pero me queda claro que ustedes van por ese camino”); la OEA ha oficialmente verificado los crímenes de lesa humanidad del régimen; su Secretario General, antes blando (o amistoso) hacia el orteguismo, ha pedido que se asfixie financieramente a la dictadura, y ha puesto en marcha en esa dirección al lento tren de la diplomacia regional.
Después de un mes tan fatídico, la respuesta de los grandes propietarios: “Le hablamos a usted, que está en el poder”—dicen—“queremos diálogo…queremos un país con derechos humanos…Dialoguemos ahora, porque si no lo hacemos, mañana ya no habrá nada más.”
Intentan así ocupar terreno noble, ético, porque ¿quién podría rechazar una solución civilizada, un país con derechos humanos? ¿Quién, con dos dedos de frente, ignora que lo que se avecina es tiempo de destrucción?
El problema es que a estas alturas la pose no es del todo convincente. Más bien es de un patetismo difícilmente distinguible de la patraña. En el mejor de los casos, insolvencia, incapacidad moral para enfrentar los resultados de una crisis de la cual ellos son también culpables, y que cuesta mucho a la sociedad, no solo en lo material, sino en vidas humanas.
No creo que ignoren que a estas alturas carece de sentido, si no hacen nada más, invitar a Ortega y a Murillo a dialogar, o peor aún, hacer de ese diálogo la totalidad de su propuesta de lucha. Con el país militarizado y gran parte de los líderes populares en el exilio, presos, o forzados a la clandestinidad, ¿qué transacción puede darse, a corto plazo, en la que los Ortega-Murillo dejen el poder por las buenas y permitan que arranque el camino hacia la democracia? ¿Qué concesión podría hacérseles a quienes ya no pueden estar seguros fuera del poder y fuera de Nicaragua, para quienes “Nicaragua democrática” es el nombre de una parada de ruta hacia la cárcel y hacia la pérdida de sus mal habidas riquezas?
Con tristeza, doy mi opinión: Ninguna.
Cómo quisiera estar equivocado.
Deja una respuesta