20 de agosto de 2019
Mi comentario antipático del día–y digo antipático no porque yo quiera ofender– a alguien que dice estar confiado que la dictadura se acaba a más tardar el 22 de noviembre DE ¡2021!, y que «entregan el poder’ el ¡10 de enero del 2022! ¿En serio?
¿En serio?
Esta narrativa alucinante es de una ingenuidad tal, que si yo fuera Ortega estaría feliz, feliz, feliz de leerla. Y debe estarlo, como deben estar sus socios del gran capital.
Pero yo insisto: Es incomprensible que esta sea la posición que va asumiendo la Alianza Cívica, y que muchos adoptan porque les han dicho que «es esto o la guerra».
Y es especialmente impresionante porque se dice en AGOSTO DE 2019, ¡más de DOS años antes de que la «profecía» se cumpla!, sin mencionar que ocurre 14 meses después de que comenzó un genocidio, y que ocurre en un país sometido al imperio de paramilitares, con más de 70,000 exilados, sin libertad alguna y sin que la dictadura dé ninguna señal de que va a permitirla, y además con una «oposición» cuyos líderes son los mismos que construyeron las dos dictaduras del FSLN. Es como una obra del teatro del absurdo. Solo es vagamente explicable como la racionalización de lo que parece ser la única decisión firme de los grandes empresarios y de la Alianza Cívica: no enfrentarse a Ortega.
La racionalización, en sí, rebasa, sin embargo, las fronteras de lo racional. ¿Qué piensan, los que creen estas cosas, que el FSLN va a estar haciendo durante 26 meses? ¿Será que esperan que Ortega, tan devoto, se entregue a Cristo? ¿Será que la Chayo volverá a escribir poesía y a cuidar a sus nietos? ¿Será que Laureano se irá a Italia, a cumplir su sueño operático? ¿Será que los paramilitares van a construir un hogar de retiro, y que la cúpula del FSLN va a dedicarse a construir un partido democrático, y a preparar una elección justa, libre y sin violencia? ¿Será que los grandes empresarios van a abandonar voluntariamente los privilegios que les ha concedido Ortega? ¿Será que el país va a olvidar, como si fueran nada y fueran nadie, durante 26 meses, a todos los muertos? ¿Será que los exilados volverán, sin problemas, a estudiar, trabajar e involucrarse cívicamente en paz, sin ser perseguidos?
¡¡¿Qué disparates son estos, ¡Dios mío!?!! ¡¡¿Alguien puede, razonablemente, esperar que el mundo del horror que vive Nicaragua se transforme tan mágicamente en placidez?!! Esta visión es casi como una creencia supersticiosa, un capricho de la imaginación a prueba de lógica y de evidencia.
Lo malo es que es una creencia costosísima, trágica.
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