Llaman a la unidad, ¿llaman al silencio?

(Comentarios a unos amigos de la Alianza)

Marzo 4, 2019

La crítica hay que ejercerla abiertamente, sin descalificar al interlocutor, pero sin medirse pensando en futuros favores o transacciones, como desafortunadamente es la costumbre en nuestra sociedad, plagada por el amiguismo, el familismo y el manadismo (para no decir pandillismo, que suena muy El Carmen). Los que se meten al ruedo de la política democrática deberían acostumbrarse a lidiar al toro de la opinión de los ciudadanos sin sentirse ofendidos.

Pero no tenemos esa costumbre. La misma Alianza nos los está demostrando estos días, aceptando el secretismo [más que aceptando, racionalizándolo y cantándole loas], mediatizando la lucha cívica y reduciéndola a maniobras de palacio en las que los únicos que tienen más que perder que los negociadores son los ciudadanos que los ven desde afuera.

No hacen bien, y hay que decirlo. Y no es dividir, es sencillamente decir la verdad que uno cree. Porque aunque los ciudadanos, adentro o afuera de esos salones, nos podemos equivocar, los que estamos afuera NECESITAMOS desentendernos de llamados a tener FE: FE, en nadie, desconfianza de todos. A juzgar con nuestra cabeza, por la evidencia que podamos observar.

Y la primera evidencia ni siquiera son los resultados, sino la FORMA en que se hacen las cosas.

En esto, a mi entender, vamos mal. Desde el principio, desde el momento en que cuatro o cinco individuos cuya distinción es la riqueza que poseen, y su antigua (y reciente) complicidad con la dictadura (cómplices, de hecho, en su edificación) van sin permiso de nadie a ver a su antiguo socio, arrastran a un religioso de dudosas credenciales (pregunten al pueblo si no) y «arman» una negociación al margen del espíritu y letra de lo esperado, sin que ninguna condición se cumpla, sin que el campo de concentración llamado Nicaragua tenga respiro.

Y luego viene todo el resto: el reclamo de «privacidad» para las negociaciones, es decir, lo público también secuestrado en un salón privado; los anuncios post reunión que hablan de «puntos acordados» que no nos pueden contar, pero «faltan tres», también secretos; la felicitación conjunta (¡con los representantes de la dictadura!) a los periodistas, «en su día»; la fotografía de la reunión en sí, que revela la estrecha «representatividad» de la mesa, dominada por monigotes de Ortega y representantes de la empresa privada; la falta de fortaleza en exigir que al menos dejen reintegrarse a la negociación a los negociadores secuestrados por el régimen; el comunicado explicándonos a todos que para que haya un acuerdo exitoso con Ortega, la hoja de ruta es «fundamental», entendiendo la «hoja de ruta» casi como un manual de urbanidad en las reuniones, como si se tratara de un desacuerdo comercial en el que las partes solo necesitan cordialidad para «entenderse», como si fuera posible «entenderse» entre el asesino y su víctima, como si el objetivo no fuera ya «Libertad, Democracia y Justicia.»

Todo esto tenemos el derecho, que yo siento como obligación, de decir, aunque se enojen los amigos (siempre es más cómodo criticar a los enemigos), o lo tachen a uno de «divisionista». Por eso, porque conozco lo que hasta hoy son nuestros hábitos, escribí medio en broma el otro día que si esta crisis terminaba, y aún me quedaba un amigo en Nicaragua, no había hecho mi trabajo bien.

Mi recomendación, a la gente honesta que está en la política, y en especial en la Alianza, es que respondan con transparencia, sin secretismo, sin creer que porque están ahí pueden prescindir de la opinión pública, y sobre todo, con la dosis de humildad que requiere ser lo que dicen ser: demócratas.

Un presidente de EEUU se lo explicó así a un dignatario chino: «en este país, si sos presidente, cuando tus críticos te ponen la pistola en la frente, tenés que sonreír.»

Digamos que es obviamente una exageración, pero por lo menos dejen de descalificar a quienes critican, abandonen un llamado a la unidad que es en en el fondo una manera de llamar al silencio.

Escuchen.

2 respuestas a “Llaman a la unidad, ¿llaman al silencio?

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  1. Estimado Francisco: No es cierto que cuando termine la crisis, no te van a quedar amigos en Nicaragua. Pero además, la vida nos ha enseñado que hay que manejar ese equilibrio difícil en el cual, no se debe perder amigos por lo politico, pero tampoco se deben sacrificar principios , para mantener contentos a los amigos. Muchos de tus amigos, siempre te vamos a querer igual y para otros de nosotros, siempre vas a ser, nuestro hermano. Un abrazo fraterno. Adrián.

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