Febrero 25, 2019
¿Por qué se da el “diálogo” que comienza el 27 de febrero? Porque los empresarios, que tienen “acceso” a Ortega, acuden a la cita, y arrastran con ellos a la Alianza.
Pero tienen—no olvidemos– acceso al dictador por razón deshonrosa: porque son viejos socios, y porque son beneficiarios de uno de los sistemas de distribución del poder, de la riqueza y los ingresos más injustos, retrógrados y dañinos del mundo.
No es descabellado sospechar que, si pudieran, pactarían la reconstitución del estado corporativo (léase fascista) que existía hasta abril del 2018.
Tampoco es insensato pensar que si no se encuentra la forma de que la lucha popular se reactive, con todo el sufrimiento que eso tristemente implica, élites corruptas van a repartirse otra vez los restos del país.
Hasta que venga la próxima explosión. Y creo que vendrá, porque hay un profundo, amargo descontento, una enraizada desconfianza en todos los manejos de la clase política. Además, los empresarios (aunque vistan el manto ralo de la Alianza) no pueden ofrecer a Ortega lo único que Ortega puede aceptar, impunidad y permanencia, sin que el pueblo lo considere una traición.
Ni podrá haber la menor semblanza de democracia en Nicaragua mientras Ortega, Murillo, y su séquito, estén en libertad en el país. No creo exagerar: no habrá paz y democracia en Nicaragua mientras las murallas de El Carmen estén en pie.
Si me equivoco, si la mayoría de los nicaragüenses que pensamos así, estamos equivocados, que nos expliquen dónde está nuestro error.
Por eso pido a todos los que aseguran que el diálogo con Ortega resuelve este drama, que me expliquen cómo es que imaginan una “transacción” en que ambas partes se dicen satisfechas, en que Nicaragua avanza hacia la democracia, se hace justicia por todos los crímenes ocurridos desde abril, y Ortega (con Rosario Murillo) acepta, tranquilo y satisfecho.
Los reto.
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