16 de Febrero, 2019
No basta estar en contra de un dictador para estar a favor de la democracia. Eso deberíamos saberlo bien los nicaragüenses.
Muchos de los que hoy están en contra de Ortega de repente muestran la maña autoritaria, la incomodidad ante la crítica, y responden a esta no con argumentos, sino con la descalificación del interlocutor.
Descalificación=Exclusión.
Exclusión=El juego rutinario de las élites retrógradas, ignorantes y fracasadas que reinan en Nicaragua desde el fin de la colonia.
Para muestra les traigo un botoncito, un comentario de un señor a quien no he tenido la oportunidad de conocer en persona; de hecho, no lo conocía del todo hasta que las redes sociales nos pusieron en contacto “virtual”; creo, por sus declaraciones, que el caballero es partidario o miembro del partido surgido de la disidencia del FSLN conocido como MRS. No sé más de él, pero me queda claro que tiene un ojo clínico que ni Freud resucitado.
Un detalle más: el señor de marras no está de acuerdo con mi cuestionamiento de la proposición de que el diálogo con la dictadura «es la única salida». Muy bien, se vale, por supuesto. ¡No es como que yo no me haya equivocado mil veces al día desde que querer dejó de ser poder!
Pues, entonces, hay que debatir.
O, mejor dicho, no se puede debatir. ¿Para qué, si quien cuestiona tiene con toda seguridad un problema sicológico?
Aquí el botoncito: «Me parece que tu falta de aterrizaje no es analítico, sino emocional. Estás muy ansioso por demostrar algo que nunca terminarás de encontrar porque nada te satisface nunca. No buscas una salida a la situación, sino más bien una salida a tus emociones muy internas. Cede un poco a la imperfección que llevamos intrínsica (sic) los humanos y podrás ver muchas buenas ideas afuera y adentro de vos mismo.»
No sé si buscar un psicólogo o un confesor. Pero a mis compatriotas les recomiendo que busquemos cómo salir de la dictadura de Ortega sin caer en manos de gente que canta la música de la democracia pero le cambia la letra—o la borra.
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