¡Cómo es de irónica la vida! Ahora los «constitucionalistas», sí, precisamente los «constitucionalistas» (repetir para creer), nos quieren vender un golpe de Estado como redención.
Llámenme paranoico, si quieren, pero para mí que los de la «legalidad» y el «aterrizaje suave» lo tienen todo fríamente calculado: quitan a la pareja genocida y todos los demás se entienden. Detalle insignificante: un montón de ladrones, y hasta de asesinos, quedan ricos y libres. Aparte de esta minucia, el milagro es completo, y quizás hasta pueda incluir bendiciones eclesiásticas. Es más, a lo mejor (¿a alguien sorprendería?) consiguen hacerlo coincidir con alguna celebración de la Iglesia, para darle más visos celestiales.
Luego el resto de los ciudadanos, agradecidos y olvidadizos, (y un poco olvidados también) celebraríamos la «libertad» del país, mientras los medios de comunicación afines (los pocos que hoy no son de Ortega, más los que serán quitados a Ortega) dirían al pueblo que quienes pidan reformas de fondo, Constituyente democrática, referendum para validar un nuevo orden constitucional, etcétera, son radicales insensatos, extremistas que quieren la guerra.
Porque ellos, nuestros «nuevos» «libertadores», son moderados, maduros, responsables, y el problema, nos dirán, no es que haya un sistema de poder muy viejo enquistado en la sociedad, sino sencillamente que Ortega y Murillo eran «malos».
Y el problema de la maldad lo soluciona un milagro.
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