Tras el fracaso de la Alianza: ¿quién acepta el reto?

27 de Marzo, 2019

De no ser tan trágica la situación, esto sería apenas un mal chiste: Dice un representante de la «Alianza», que “… (la confiscación y censura a medios) ha sido tocado, inclusive ha sido incorporado en el acuerdo. (…) El Gobierno lo ha aceptado (…) No va a quedar así específico en el acuerdo, pero va a quedar suficientemente claro de que hay un compromiso con el respeto a todas las libertades, incluida la libertad de expresión.»

Que miembros prominentes de la «Alianza» entren en el juego del cantinflismo, a hacer declaraciones que los dejan tan mal parados frente a la opinión crítica, sugiere que no solo la dictadura busca ganar tiempo, sino que también ellos.

Y si lo hacen, lo hacen porque necesitan distraer la atención. Tratan, como prestidigitadores, de moverse a más velocidad que la mirada del pueblo, pero sin moverse de su puesto en el tablero.

De otra manera, ¿qué sentido tendría que tardaran tanto en un diálogo que hasta la fecha puede resumirse así?:

ALIANZA– Sr. Ortega, por favor, con todo respeto, sin ofenderlo, ¿podría usted ser tan amable de soltar a los presos políticos, y talvez, incluso–le rogamos que no tome esto a mal, no piense usted que intentamos romper con su Constitución — podría usted, a lo mejor respetar un poquito, lo que convenga, los derechos humanos y constitucionales?

ORTEGA– «Ahi te aviso».

Este es el teatro que presentan ante el ciudadano «de a pie», a quien de todos modos consideran estorbo, sin derecho a reclamar, a involucrarse, a decidir, incluso a preguntar. De vez en cuando a este ciudadano le regalan una coreografía un poco más elaborada, como la de un arresto con guantes de seda y con oportunidad de saludar al público, o la de un Nuncio que entre en escena como caballero medieval a rescatar a los presos, o de altos «líderes» que «negocian la libertad» de gente que ha sido secuestrada por gritar consignas antidictatoriales.

Mientras tanto, la obra de verdad se escribe, arma y practica, en otros salones.

Así funciona la clase política tradicional de Nicaragua. Por eso es que a toda costa buscan impedir la participación popular. Por eso es que para ninguno es prioritario que los activistas renovadores queden en libertad personal ni mucho menos tengan la libertad de movilizar al pueblo.

Por eso es que urge que quienes no quieran mancharse de traición, y aspiren a la modernidad y la democracia en Nicaragua, marquen distancia de la farsa pactista.

Si va a ser la UNAB, pues así sea. Pero si la UNAB tampoco asume el reto de movilizar al pueblo alrededor de metas democráticas, van a terminar arrastrados por la misma corriente que hará de la Alianza apenas una anécdota menor en la historia vergonzosa de las élites fracasadas de Nicaragua.

Porque eso son: élites fracasadas, incapaces durante doscientos años de desarrollar el país, ni material, ni institucionalmente.

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