La trampa del «diálogo»

29 de Enero, 2019

Entiendo, sin asumir malas intenciones de parte de ninguno de ellos, que políticos de otros países, burócratas internacionales y ciertos líderes religiosos propongan “diálogo” para Nicaragua, porque en abstracto es ideal, y porque ellos, que se manejan en los círculos de poder, creen ser quienes saben y pueden disponer, hablando entre ellos y con gente que es como ellos, gente que manda, con la que pueden jugar el juego al que todos ellos están habituados, y “ganar la partida”.

Pero que nos lo digan personas que quieren representar a los nicaragüenses democráticos en lucha por un futuro de libertad me parece criticable. Especialmente, cuando quieren vender la noción de que “el diálogo es la única salida civilizada”.

El problema es que el diálogo con la actual dictadura no es ninguna salida, si adonde uno quiere ir es la democracia, porque el significado de “diálogo” en las condiciones presentes tiene solo dos acepciones, una poco realista, la otra poco ética y de dudoso valor estratégico.

La primera es “dialogar” con Ortega y Murillo en los términos (‘negociar su salida’) que correcta y valientemente, en mi opinión, enunció Lesther Alemán. La segunda es dialogar con la dictadura de la manera tradicional, es decir, dando y recibiendo, en cuyo caso quienes dicen representarnos o aspiran a hacerlo tienen que explicar–¡pero no quieren!–exactamente qué planean ofrecerle a Ortega y Murillo, aparte de justicia y debido proceso.

¿Qué pueden darle, y sobre todo, qué tienen derecho a darle?

La verdad, queramos o no–y de esto tengo que asumir que en la UNAB están muy claros–es que mientras ORMUR y sus sicarios estén en libertad, mientras no se desarme a los paramilitares y a la policía, se desbanden las principales instituciones del podrido aparato estatal, incluyendo la Corte Suprema, el Consejo Supremo Electoral, y la Asamblea Nacional, y se cambie [¡por lo menos!] los mandos del ejército, la dictadura va a continuar, Ortega (o quizás su sucesor) va a “gobernar desde abajo”, y tarde o temprano estaremos de vuelta donde hoy estamos.

¿Entonces, por qué insisten en pedir “diálogo”? ¿Por qué insisten en negociar con la dictadura “elecciones anticipadas”? ¿En serio creen que basta con un nuevo Consejo Supremo Electoral y vigilancia internacional del proceso de votación? ¿Creen que Ortega y su FSLN van a aceptar, de la noche a la mañana, convertirse en un partido “normal”? ¿Están dispuestos, quienes dicen o aspiran a representarnos, a aceptar que el FSLN, apenas meses después de dirigir un genocidio, y sin haberse sometido a la ley, participe en las “elecciones anticipadas” como si nada hubiera pasado? Esto sería sal sobre la herida de la gran mayoría de los nicaragüenses, incluidos los miles de sandinistas que han luchado y sufrido la persecución de corte fascista que su antiguo partido ha desencadenado.

Y no digan que piden “diálogo” para evitar sufrimientos al pueblo, porque más sufrimiento vendrá si continúa la dictadura. Miren el ejemplo de Venezuela. Que no nos pase a nosotros, porque será condenar a nuestra gente y a nuestro país a una agonía más larga y dolorosa, para llegar al final al punto de partida.

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