Los opositores tradicionales, y los «tradicionalizados», no han estado a la altura de los sacrificios que el pueblo ha hecho, y han permitido que los poderosos de siempre decidan la «estrategia».
Una estrategia que ha dado a la dictadura todo el tiempo del mundo para reorganizarse, e iniciar su cacería humana contra los activistas más militantes.
Una estrategia que no solo ha sido inefectiva, sino que ha distribuido los riesgos de manera injusta. A la gente le toca las calles, las balas, la cárcel y el exilio; a los grandes intereses, que tienen el poder económico para participar en una lucha cívica con mucho más de lo que han dado, se les pide apenas la firma en un comunicado, si acaso.
Ahora la Unidad espera, en medio de su parálisis política, que desde Estados Unidos y la OEA resuelvan el problema, mientras ellos siguen pidiendo «diálogo», y «elecciones anticipadas» a quien no dialoga.
A suplicarle diálogo al tirano, a eso se reduce ahora la «estrategia».
En realidad la súplica es a Estados Unidos, para que obligue a Ortega a entrar en razón, o al Ejército, para que golpee la mesa a Ortega, y puedan ellosentrar, y tomar el timón del proceso por medio de una negociación.
¿Alguien cree que ese es el camino a la democracia?
La ciudadanía se lanzó a la calle y a los tranques, y derramó su sangre esperando que los poderosos apoyaran la desobediencia civil.
Los dejaron solos.
Ahora los dejan fuera.
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