Un meme revelador, un diálogo [la insignificancia del Ciudadano Nadie]

16 de junio de 2020

En su página pública de Facebook, el Sr. Luis Fley publica un meme, que firma «FDN», y que dice, textualmente: «Sin miedo, sin odio, sin violencia. La Coalición Nacional va…NADIE nos apartará del rumbo trazado»; un breve texto que valdría la pena analizar en detalle–será en otro momento, con otra urgencia, y quizás por una persona más experta en desenterrar las huellas de la cultura en el lenguaje– y que a mí me parece revelador, especialmente para el momento actual de la política nicaragüense.

El meme está escrito en el tono heroico-machista que desafortunadamente es la música de nuestra tradición autoritaria (seguramente yo mismo la habré tarareado en algún momento), donde el hombre arrecho no retrocede ante «nadie«, ya sea desde la cima del poder, ordenando como lo hicieron los comandantes sandinistas en los ochenta, o en la obediencia, como quienes desde el pavimento de la plaza gritaban «¡Dirección Nacional, ordene!».

Ese tono heroico-machista esconde una gran fragilidad moral y de pensamiento. No tenemos más que recordar al largamente agonizante (a estas alturas es posible que ya sea de «los muertos que nunca mueren») Edén Pastora, rostro publicitario insuperable de la testosterona política tropical, ejemplo de manual de que el coraje más grande no es el de lanzarse a matar o morir por el poder. El verdadero coraje es más cotidiano, y con frecuencia más discreto. Para mí está, por ejemplo, en el estoicismo de muchas mujeres nicaragüenses, que frente a múltiples formas de opresión, y en medio de la descomposición social secular, son la columna de la supervivencia para sus críos, y son el corazón de la lucha por una vida digna. Está también en la testarudez del ciudadano de principios, frente a los «pragmáticos» que dicen que «hay que arreglarse con el hombre«; o, «no hay que ser pendejos [para ellos, el ciudadano de principios es un «pendejo»]; o, «después resolvemos lo otro; si de todos modos se va a morir»; o, «ni modo, esto es lo que quieren los gringos»; o, «no hay plata para otra cosa»; o, «es más peligroso que suban estos chavalos al poder»; o, «vos no entendés que la política se juega así»; o, «seguimos incrementando las presiones contra Ortega»… y tantas otras joyas del cinismo, que luego revisten con una capa tenue de barniz heroico-machista para esconder su verdadero talante.

Por eso el meme del que hablo me cayó como un rayo, y por eso entablé esta conversación con el caballero que lo publicó; y aquí la reproduzco, porque hay que decir estas cosas, hay que buscar cómo romper estos moldes anticuados y fatídicos de los que sale el desastre que es nuestra Nicaragua. Y, por el momento, con sentido de urgencia, hay que empezar a trabajar para que los mismos de siempre no se salgan con la suya y arrastren al país a lo mismo de siempre: el ciclo sangriento de pacto, dictadura y guerra.

Aquí el intercambio con el propagandista de la Coalición Nacional, mínimamente editado por razones de presentación, sin alterar contenido:

Francisco Larios: Avanzan–si es que avanzan–con toda la paciencia, a legitimar a un genocida participando con él en elecciones. Y si «nadie los aparta del rumbo» es porque desprecian la voluntad popular.

Luis Fley: Francisco Larios, ¿y cuál es su propuesta?… ¿tiene algunos millones de dólares para comprar armas y armar una rebelión?…espero su respuesta, yo, que puedo ayudar, ponga La Plata. Unos 10 millones de dólares…yo no le cobraré.

Francisco Larios: Propuestas hay, y hay varias, y bien esbozadas, dentro y fuera del país. Ustedes no pueden, a estas alturas, decirle a un pueblo que ha sufrido tanto que las únicas opciones son

(a) «vamos a una guerra civil, financiada con 10 millones de dólares de Francisco Larios» (si los tuviera no haría las cosas de esa manera, señor Fley), o

(b) «legitimemos a Ortega y Murillo, hagamos como que no ha pasado nada, y vamos a elecciones con ellos; a lo mejor, con suerte, quedamos de diputados, embajadores, y quién quita, hasta de «Presidente«. «

Eso es oportunismo puro, atol con el dedo a gente que ya no es infante. Sigan por su camino, que por ese camino van a quedar marcados para siempre con la palabra con la que se marcó para siempre a los pactistas que han desbaratado nuestro país, a los Agüeros y Emiliano Chamorros, y a todos los demás…: «zancudo«.

Decirle a Nicaragua que las únicas opciones son estas dos es francamente una falta de respeto cruel. La gente mayoritariamente sabe esto, y ustedes saben que que la gente lo sabe, pero apuestan a que no les va a pasar factura política, que ustedes tarde o temprano se van a dividir con éxito el pastel, como ha ocurrido antes. Bueno, esa es la apuesta de ustedes. La apuesta nuestra, de quienes queremos democracia real y justicia en nuestra patria, es por la verdad, una lucha por completar el vaciamiento del poder del régimen, de deslegitimarlo internacionalmente, de forzar su salida de manera cívica y desmantelar la estructura dictatorial que ustedes pretenden dejar en pie con apenas cambios cosméticos, cambios de nombres, y con el orteguismo otra vez «gobernando desde abajo».

Ustedes deben saber que quienes tenemos esta convicción vamos a hacer todo lo posible para sabotearles la farsa electoral que traman a espaldas del pueblo de Nicaragua. ¿Lo conseguiremos? Yo tengo fe en que así será. Pero pase lo que pase al menos nosotros queremos algo diferente en nuestro país, y no estamos dispuestos a cambiar muertos, exilados y destrucción por un remedo de cambio, más ministerios, embajadas y prebendas.

Aunque para ustedes el ciudadano de la calle sea un «puchito» al que hay que ignorar, un «nadie» que no los apartará «del rumbo trazado», sepa que vamos a trabajar apasionadamente para sabotear la farsa electoral que ustedes quieren montar.

En Venezuela, «colectivos», en Nicaragua, «turbas», en Estados Unidos, los «maga».

La estupidez antirracional del trumpismo es una amenaza a la democracia y a la vida de la población en Estados Unidos. El aspirante a dictador incita a sus turbas (que financian sus aliados en la plutocracia) a que salgan a las calles y se aglutinen, a que desobedezcan y hagan desobedecer a los gobernadores que han decretado medidas de distanciamiento social para combatir la pandemia.

Esto es difícil de explicar, pero para Trump es motivo de orgullo. «I think they’re listening. I think they listen to me,» dice, «creo que escuchan bien, creo que me escuchan a mí», se jacta. Y no se equivoca, lo escuchan bien. Lo escuchan, de hecho, como si no existiera otra voz en el mundo.

Es el mundo del «MAGA» (del «hagamos grande ‘de nuevo’ a Estados Unidos») el mundo del odio y de la ignorancia, del culto a la personalidad del matón de patio, del rechazo a la racionalidad, a la ciencia, y a la humanidad, en colisión con las instituciones democráticas, y peor, en colisión con las medidas que los científicos aconsejan para proteger la vida humana ante el Coronavirus.

Díganme los venezolanos si no les recuerda esto a los colectivos chavistas; nicaragüenses–díganme–si no les recuerda a las turbas; debería también recordarles a los cubanos las movilizaciones «de repudio» que organiza su dictadura.

Lo que separa a estos grupos no es su mentalidad, sino el grado de poder que poseen en cada país. Hay que derrocarlos ahí donde detenten el poder de manera absolutista. Y hay que impedirles que se fortalezcan más en Estados Unidos, antes de que causen más daño, un daño que–por ser este país la primera potencia mundial–sería mucho mayor del que son capaces monigotes minúsculos como Ortega, Maduro, y el heredero de los Castro, de cuyo nombre (imagínense) no me acuerdo.



La propuesta de tregua de Maradiaga, la política genocida del FSLN y un llamado urgente a defender a la población del Coronavirus

29 de marzo de 2020

Escribo estas notas en medio de la mortandad creciente de la pandemia, cuando empiezan a filtrarse desde Nicaragua nombres y datos que anuncian el arribo del Coronavirus a mi sufrida tierra.

No aspiro más que a ser parte de una conversación civilizada sobre este drama doloroso. En esa conversación no puede ignorarse la importancia de aquellos interlocutores que juegan o aspiran a jugar un papel de liderazgo en la sociedad. Pero hay grandes ausencias, y grandes silencios, y los ciudadanos vemos apenas las espaldas altivas de muchos de nuestros presuntos representantes mientras dialogan cordialmente entre ellos, con los agentes de la dictadura, o con embajadores de algún poder extranjero.  Muy pocos aceptan la comunicación de doble vía con sus conciudadanos, que es como el flujo de sangre en la vida democrática.  Por eso, bastante de lo que aquí comento sobre la postura de la oposición oficial nicaragüense se basa en declaraciones del Sr. Félix Maradiaga, uno de esos pocos.

El segundo miembro del dúo mediático que con un abrazo intentó convencer al pueblo—y a la “comunidad internacional”—de que se unían en “Coalición Nacional”, el Sr. Juan Sebastián Chamorro, ha ignorado cuanta invitación le hemos hecho desde revista Abril, medio independiente con el cual ya ha conversado un buen número de sus colegas, incluyendo al propio Maradiaga, a José Pallais, a Medardo Mairena, Mario Arana, y otros.

No debería ser así, si es que en verdad desean un día gobernar la Nicaragua democrática que es todavía sueño. Para ello, Sr. Chamorro, los líderes precisan demostrar coraje cívico, capacidad de debate, y no deben buscar solo plataforma propia o micrófono amistoso, o servil. Lo esperamos.

Dicho esto, procedo a comentar sobre este tema gravísimo, de vida o muerte: el manejo de la pandemia por parte del Estado nicaragüense, y la respuesta de la Coalición Nacional ante el peligro que se cierne, inminente, sobre la población.

Cuestión de embrujos

La política de la dictadura Ortega-Murillo ante la pandemia es, en el mejor de los casos, criminalmente negligente. En la práctica el régimen ha promovido contagio, al alentar y organizar aglomeraciones, resistirse a adoptar medidas mundialmente aceptadas de prevención, y desatar una campaña insidiosa contra aquellos que llaman a aplicarlas.  

¿Por qué lo hacen? Es posible que se trate sencillamente de una manifestación de la paranoia de aislamiento que sufre cualquier régimen políticamente agotado: ante retos de la magnitud de una pandemia, los gobiernos necesitan de la colaboración de la sociedad civil, necesitan que los ciudadanos se movilicen bajo la guía de su legítima autoridad.  Esto ya no es posible en Nicaragua. Para la gran mayoría de los ciudadanos el gobierno es un instrumento privado del FSLN, mientras que para Ortega no hay sino enemigos en eso que llamamos sociedad civil. Su temor a que la sociedad extienda el rango de la movilización sanitaria y la enderece contra El Carmen es tan grande que los hace encerrarse en sí mismos, agazaparse tras los muros y los tranques de su ciudad prohibida, lanzar sus embrujos y encantaciones y esperar tras la neblina del fanatismo que todo pase sin que pase nada, para luego volver a la normalidad demencial que han instalado en el país.

Hay una explicación alternativa aun peor, más horrífica, pero que tiene muchos adherentes: la dictadura, bajo el control de Rosario Murillo, ha decidido emplear la pandemia como un arma contra la sociedad, el contagio como un vehículo para concentrar la atención del pueblo en tareas inmediatas de supervivencia, y el sufrimiento de los ciudadanos para apuntalar las finanzas estatales a través de la ayuda financiera internacional.  Quizás esta hipótesis parezca inverosímil al lector poco versado en la insana crueldad de la dictadora en funciones, pero no alcanza a sorprender a los nicaragüenses.

La tregua de Maradiaga

¿Qué propone la oposición para contrarrestar la política criminalmente negligente o intencionalmente genocida de la dictadura? Las acciones de los políticos de la Coalición son elocuentes, pero la expresión concisa la provee Félix Maradiaga, en un video publicado ayer: “una tregua”, dice, en la lucha contra la dictadura.  

Una tregua (si, una tregua) que permita a “todos”, es decir, idealmente incluso a Ortega y Murillo, “unirnos” para luchar contra la pandemia.  Debemos evitar, dice Maradiaga, “politizar” el problema, para “hacer patria”, entregando el liderazgo del esfuerzo de rescate sanitario a “la comunidad científica nicaragüense”.

Si esto, estimado lector, le parece inverosímil, incongruente con la realidad del país, y lo hace sospechar que incurro en distorsión por motivos propagandísticos, lo invito a ver el video y comprobar que he descrito fielmente la postura de Maradiaga, tal y como expresan sus propias palabras, que de hecho empleo para no desviarme ni siquiera accidentalmente. También quiero representar con fidelidad la intención que declara el político: patriotismo (“hacer patria”); e implícitamente, una preocupación fundamental: la vida de los nicaragüenses que enfrentan la pandemia en medio de lo que llama un “vacío de liderazgo” en el país.

Permítanme sugerir, someter a consideración de mis conciudadanos, que nada de esto tiene ningún sentido, si lo que se quiere es proteger la vida de la población frente a la pandemia, y conquistar la libertad y la democracia para el país.  Las razones son numerosas; su peso es contundente, su realidad es evidente, y deben motivar una evaluación aséptica, descontaminada de preferencias ideológicas ni apegos partidarios, sobre el camino que han dibujado para la sociedad no solo los crueles dementes que se esconden en El Carmen, sino los políticos que se cubren con la bandera celeste.

Quizás mi enumeración de razones aburra, por ser, la lista, de una obviedad que solo políticos en maniobras tácticas pueden pretender ignorar. Pero debo hacerla, por orden mental y porque hay que dejar registro de la sofistería que emplean los opositores nicaragüenses en su juego de sillas. A este juego regresaré más adelante.

La extraña utopía: la comunidad científica nicaragüense al rescate

En primer lugar, el problema de manejo de la pandemia en Nicaragua es, ¡¿alguien puede dudarlo?!, un problema político. El daño que pueda causar la pandemia no es culpa de los médicos, que no controlan el proceso ni pueden controlarlo, más allá de hacer lo suyo, que es la administración de consejos profilácticos, diagnósticos y provisión de cuidados.  El control de la pandemia no es una responsabilidad que pueda, aún en la mejor de las democracias, asumir la “comunidad científica”.  Por tanto, decir que no hay que “politizar” el tema de la emergencia pandémica es un soberano disparate desde la lógica y la información, y una negación de la realidad que desborda las pupilas de los nicaragüenses que aceptan creer lo que ven, y no lo que les ordenan ver los políticos.

¿Puede usted imaginarse a Rosario Murillo y Daniel Ortega cediéndole el mando del país a médicos y científicos? ¿Puede imaginarse a las fuerzas del Estado, desde ministerios hasta Ejército, obedeciendo las instrucciones de médicos sin que medie la guía o el interés del régimen? ¿Dónde, en qué universo funcionan así las sociedades? ¿Cómo es posible que un político—y para rematar, un político que se esmera en aparecer “pragmático”– trace una “estrategia” semejante ante una amenaza inminente y monstruosa como la que acarrea el Coronavirus?

“Despolitizar”, “hacer patria”, claudicar

La “despolitización” que sugiere Maradiaga sirve únicamente para sostener su propuesta de ofrecer una tregua a la dictadura, como si existiese una guerra activa de dos bandos, en la que ellos estuvieran asediando al régimen. Lo que todos sabemos, lo que todos vemos, es que la dictadura arremete sin descanso, y prácticamente sin respuesta por parte de la Coalición, contra cualquier vestigio de libertad, y contra todos los derechos humanos de los nicaragüenses, incluyendo el derecho a proteger sus vidas ante la pandemia.

Entonces, ¿qué tregua ofrece Maradiaga, qué acciones hostiles propone que la oposición detenga? Es más: ¿qué actitudes de la oposición, o más ampliamente, de la ciudadanía democrática, han hecho difícil que el gobierno maneje adecuadamente la crisis? De hecho, lo contrario es cierto: las únicas medidas que se han tomado en Nicaragua mientras el virus se esparcía en el país han sido en contra de las indicaciones y de las órdenes políticas del régimen. La única protección de los nicaragüenses ha sido desobedecer al régimen. Y esto lo sabe cualquiera: darle una tregua al régimen orteguista solo puede traducirse en darle obediencia a Rosario Murillo. ¿Alguien cree que someterse a la demencia de la dictadora en funciones sea “hacer patria”?

¿Será esta la puerta discreta para que, en nombre de “la patria”, el Gran Capital y la Gran Ambición se sienten a un nuevo “diálogo” con Ortega, esta vez bajo la excusa de “salvar vidas”?

¿Qué puede, qué debe hacer la oposición?

La responsabilidad de los opositores nicaragüenses no es pedir a la población que se “una” al gobierno que practica genocidio contra ella. Ver a nuestros políticos negar, como ha ensayado Maradiaga, que el problema del control de la pandemia esté indisolublemente ligado a la dictadura es, francamente, escandaloso. Si no reconocen lo que los ojos de todos ven, que la dictadura no solo no lucha contra el contagio, sino que lo promueve, tendremos que concluir que padecen de ceguera total.

Solo esa ceguera les permite, en las graves circunstancias actuales, tratar la eliminación de la dictadura como un problema a ser pospuesto, para después de una tregua que nos permitiría a “todos” unirnos en el combate a la pandemia. Solo una ceguera de tal intensidad les impide ver que deben abandonar el paso de tortuga y la tolerancia zen que tienen ante el orteguismo. Porque hoy, más que nunca, la supervivencia del poder de El Carmen es una amenaza directa a millones de ciudadanos.  La oposición debería estar poniendo el grito en el cielo en todos los foros, por todos los medios, empujando a los aliados internacionales de quienes se jactan a que desconozcan a la dictadura, informando a la opinión pública internacional día tras día que la dictadura de Ortega no solo comete genocidio en el país, sino que se convierte en propagador mundial del Coronavirus. ¿Por qué no lo hacen? ¿Qué les impide declarar ilegítimo al régimen, ponerse del lado de la justicia y, sobre todo, de la realidad? ¿Creen posible que el mundo ayude a los nicaragüenses a deshacerse de una tiranía sin que los nicaragüenses renuncien a ella, sin que apelen al interés propio del mundo para impedir que la mortandad que podría darse en Nicaragua sea un foco más de la enfermedad?

¡¿Qué esperan?! Maradiaga sugiere que es poco lo que pueden hacer, y que no tienen recursos. En otra parte ha escrito, sorprendentemente, que “la solución (refiriéndose al problema de la pandemia) no está en el Estado.” Esto último es una afirmación que debería inyectar terror en las venas de cualquier ciudadano: ¿diría lo mismo el Presidente Félix Maradiaga si le tocara enfrentar una emergencia similar? Dejo esta pregunta flotando. Piense usted bien en sus graves implicaciones.

Por el momento, quiero insistir: hay mucho que la Coalición debería y podría hacer, pero no hace. Quizás la inacción tenga que ver un poco con la psicología del juego de sillas que predomina entre los políticos opositores. Cada uno busca quedar cerca de una silla cuando pare la música. En este caso, la silla es una casilla, una casilla electoral, y la música, están convencidos, la controla Ortega irremediablemente y se detiene (cruzan los dedos) en el 2021.

Por un Plan de Rescate

Entre las acciones que deberían tomar está empujar a sus aliados milmillonarios, que son el verdadero pilar (o ancla, escoja usted) de la Coalición, a que pongan de inmediato sus inmensos recursos financieros (unos pocos nombres tienen riquezas acumuladas equivalentes, insólitamente, a más de la mitad del producto interno bruto del país) al servicio de un Plan de Rescate.

Si estos señores, que han sido parte de la dictadura FSLN-COSEP, quieren integrarse verdaderamente a la Nicaragua democrática, que sacrifiquen algo de las abultadas ganancias que cosecharon bajo la protección de Ortega. Como ya dijo el presidente de El Salvador, no quedarán en la pobreza.

Que no pidan sacrificios a quienes no pueden más, que no solo les digan “quédense en casa”, como si fuera posible para la mayoría aislarse por semanas sin llegar a la hambruna.  Que den, los más poderosos, 30 días de vacaciones con goce de sueldo a sus empleados, que organicen un fondo de apoyo financiero a las pequeñas empresas que están afiliadas a sus cámaras, que inviertan de inmediato (mientras haya tiempo, habrá esperanza) para ayudar a adquirir respiradores, mascarillas, y otros equipos esenciales sin los cuales no hay defensa contra la pandemia. 

¿Es hora de pensar en un gobierno de transición?

El Gran Capital puede hacer esto, y más, y puede hacer lo más importante: juntarse al pueblo democrático en la demanda de fin de dictadura. Pueden unirse a la exigencia de deslegitimar, de quitarle al régimen reconocimiento internacional, de trabajar con sentido de urgencia para que el mundo vea al gobierno de Ortega como lo que es, como una amenaza para la salud regional y mundial.  Pueden, y probablemente deben, empujar a que se conforme un gobierno de transición, ante la eventualidad de que la crisis del poder sandinista se profundice por el colapso casi seguro de la economía y la respuesta demencial de El Carmen a la crisis.

Esta es la prueba de fuego, quizás podría ser la última oportunidad, que tienen ellos y que tienen los políticos como Félix Maradiaga y sus colegas de la Coalición Nacional. No habrá excusa que valga si nos explota la pandemia como lo ha hecho en otras partes del mundo y causa una mortandad que ya varios estudios técnicos estiman podría alcanzar decenas de miles.

No podrán decir que no fueron advertidos. No podrán decir que no es su culpa, que es del otro; ni podrán afirmar, como (decepcionantemente) hace Félix Maradiaga en su video, que distorsionamos sus palabras desde el anonimato.

Yo, Francisco Larios, dejo aquí mi nombre y apellido, a conciencia, con pleno conocimiento de lo que digo, y sin buscar –nunca he buscado; para mí sería un lujo fuera de mis posibilidades—un cargo público en Nicaragua.  Y de las prebendas, líbrame Señor.

https://www.facebook.com/maradiagafelix/videos/258366848517938/?t=742

El monstruo, la Coalición Nacional, y algunas propuestas para prevenir la mortandad que podría causar el Coronavirus

24 de marzo de 2019

Hablemos (como dijo Suetonio refiriéndose a Calígula) del monstruo: Rosario Murillo no tiene cabida en la realidad; vive su delirio a costa de millones de personas que serán, tarde o temprano, y sin exclusión, sus víctimas.  Como en el caso del emperador insano, el desquicio de la Murillo no tiene remedio, ni límite, ni freno. Llegado el momento, el monstruo es incapaz de distinguir entre quienes lo adversan y quienes lo alimentan.  

Puede ser que ese trance sea ya inevitable, a juzgar por la respuesta que la Presidenta de facto ha dado a la mortal amenaza del Coronavirus. ¿Presidenta de facto, o Dictadora en funciones?: el monstruo parece haber despojado al tirano oficial, su marido, del poder real. ¿Qué está haciendo con el poder? Dar rienda suelta a la orgía surrealista que habita en su mente, pero esta vez no es el escudo nacional, ni el paisaje urbano, el que deforman sus alucinaciones psicodélicas.

Esta vez la fuerza mortal de que es capaz no es dirigida a un grupo específico, sino a toda la sociedad. Ha convertido la pandemia del Coronavirus en un circo. En un circo tan real y cruel como el que organizó, con payasos y demás, el domingo 23 de marzo en la costa del lago de Managua. La campaña “contra el Coronavirus”, ha incluido desfiles escolares, asambleas, marchas, y un carnaval grotescamente titulado “El amor en los tiempos del Covid-19”.  

Único en el mundo en esta postura, el Estado de Nicaragua bajo el mando de la Murillo no ha llamado a sus ciudadanos a combatir la propagación de la epidemia aumentando la distancia corporal. Su política ha sido exactamente, increíblemente, la opuesta, y no es nada audaz la hipótesis de que la dictadora en funciones haya procurado inducir el contagio, no prevenirlo.

¿Qué hacer? Algunas ideas para el ciudadano común

Este es un momento en la historia de Nicaragua en que la desobediencia civil se hace esencial para sobrevivir.  Para la mayoría de los ciudadanos, seres que no han perdido el instinto de conservación, la respuesta es fácil: desconfiar de toda autoridad política, exigir, pero no esperar, de ningún supuesto liderazgo—todos están en lo suyo.  Buscar cómo aprovisionarse lo mejor posible, dadas las restricciones de la pobreza, y exponerse lo menos posible al contacto físico; cubrirse la boca y la nariz a como sea, y mantener una distancia de al menos dos metros si tiene que salir a la calle. El lavado de manos, por supuesto, y otras medidas de higiene que se anuncian en otros países y circulan en Nicaragua a través de las redes.

¿Qué hacer? Algunas ideas que los políticos que dicen representar al pueblo deberían contemplar

Siempre que uno los critica, espetan el trillado “vos solo criticás, no proponés”.  Bueno, pues aquí van varias propuestas, que presento a quienes dicen ser la Coalición Nacional, gente que acompaña en lista a Juan Sebastián Chamorro, Félix Maradiaga, José Pallais Arana, Mario Arana, Carlos Tünnerman Bernheim, Azahalea Solís, y otros.  Se las presento, con nombres y apellidos, porque los políticos deben hacerse responsables con nombres y apellidos, y no escudarse en siglas ni en palabras vacías:

  1. La vida de millones de personas está en peligro por la evidente incapacidad mental de quienes controlan los poderes del Estado. Desalojarlos del poder pasa de ser una meta de mediano plazo a un asunto urgente: la amenaza para todos, pobres, pero también ricos; opositores, pero también partidarios del gobierno, es inminente.  Estos no son momentos para disertar sobre “vías constitucionales”.  Si yo fuera un oficial del Ejército, por ejemplo, tendría que pensar en la plaga que amenaza la salud de mi familia.  Del seno de la Coalición ha salido un volumen considerable de elogios al ejército. ¿De qué sirve esa cercanía si no vale para proteger a todos de una hecatombe medieval?
  • El poder económico de un puñado de milmillonarios se sienta a la mesa con ustedes, participa a través de sus representantes en el liderazgo de la Alianza, y de hecho tiene una deuda enorme con el pueblo nicaragüense, tras 12 años de dictadura FSLN-Cosep. Los políticos de la Coalición Nacional deberían pedir a sus aliados del gran capital que pongan sus enormes recursos a trabajar de inmediato para salvar miles de vidas:
  1. Que den vacaciones con goce de sueldo a sus empleados por los próximos 30 días. Sería como un adelanto y un aumento de las vacaciones de Semana Santa, y sería menos de lo que, en otras ocasiones de la historia, decidieron parar por otros motivos.  El gran capital puede absorber las pérdidas, que de todos modos serán peores si la pandemia arrasa y disloca.  Como mencionaba el presidente salvadoreño, no van a quedar en la pobreza por hacerlo.
  • Que organicen un fondo de apoyo económico significativo para los pequeños productores afiliados a sus cámaras, para ayudar a que también estos puedan absorber el golpe y enviar a sus empleados a refugiarse por tiempo prudencial.
  • Que pongan sus recursos, dentro y fuera de Nicaragua, a trabajar para asegurarse que los hospitales no carezcan de mascarillas, guantes, y de ser posible, que busquen como aumentar de emergencia la cantidad de respiradores disponibles en el decrépito sistema de salud del país.

Nada de esto está fuera del alcance de las fortunas que, combinadas, poseen el equivalente de más de la mitad (estimado conservador) del Producto Interno Bruto de Nicaragua, un número que ilustra la inequidad económica grotesca del país.

Pueden hacer esto, y pueden hacer más: pueden unirse de una vez al resto de los ciudadanos para que el país tenga, no necesariamente un gobierno ideal, ni un gobierno en el que todos estemos representados (estaremos lejos de eso, en el mejor de los casos) pero al menos un gobierno que no esté en manos del monstruo.

El virus de la Corona (II): ¿ha muerto Nicaragua?

18 de marzo de 2020

En EEUU están como locos tratando de reparar el daño hecho por Trump, que hasta la semana pasada decía que lo del Coronavirus era un «cuento chino», y una «conspiración» de los Demócratas.

Si esto les suena parecido a la demencia chayorteguista es porque alguna similitud existe, sin la conducta asesina, por supuesto, porque Trump no tiene tal poder; la democracia sobrevive hasta hoy al asalto del populismo trumpista; la arquitectura del sistema, con todas sus imperfecciones, incluye numerosos diques al absolutismo dictatorial.

En Estados Unidos la dispersión del poder ha hecho posible que alcaldes y gobernadores–quienes tienen poder real porque reciben ingresos fiscales independientemente del gobierno central, y porque ambos tienen fuerzas de Defensa propias–se conviertan en los líderes del país en la emergencia.

Además, la libertad de expresión irrestricta, y la tradición de crítica constante y sin límites, han hecho posible que se levante una ola de opinión pública y que el pánico social obligue a un empecinado, a un megalómano iluso como Trump (figura tristemente excepcional en la política estadounidense), a tragarse la humillación y cambiar de postura, aunque sea atrasadamente.

Es más, como el inepto manejo de la crisis pone a riesgo el control Republicano del Senado y la Casa Blanca en Noviembre (la democracia sobrevive), se ha hecho posible una situación inusual en los últimos 40 años de historia del país, y quizás no vista desde el inicio de la segunda guerra mundial, hace casi un siglo: la movilización masiva de recursos para enfrentar la enorme crisis sanitaria y económica que apenas inicia. Este no era el contexto político en épocas y crisis anteriores, cuando los Republicanos, bajo la excusa farisaica de la ‘disciplina fiscal’ luchaban para reducir los montos de presupuestos especiales de ‘estímulo’ económico. Esta vez, al menos por ahora, parece que más bien compiten con los Demócratas para lucir ‘generosos’. Pueden serlo, claro. El país es muy rico, tiene capacidad de endeudamiento, sabe hacerlo efectivamente (basta ver la experiencia de la Segunda Guerra Mundial), e imprime su propia moneda, que más bien es refugio internacional en tiempos de crisis.

El contraste con Nicaragua no podría ser más brutal, y más trágico. El mejor gobierno nacional, con las mejores mentes y las mejores intenciones, tendría que hacer frente a la pandemia desde la miseria económica, la fragilidad financiera y la escasez sanitaria. Por muy idóneo que fuera el gobierno, habría un alto riesgo de desborde de la peste entre la población, que crearía sin duda una mortandad de dimensiones medievales. Lo que ha ocurrido en Italia, a pesar de su avanzado sistema de salud pública y relativa riqueza, es dolorosamente aleccionador acerca de la estrechez del margen de error en la política pública cuando se enfrenta un fenómeno como el del Coronavirus.

Pero el de Nicaragua no solo no es un gobierno idóneo, es apenas gobierno. Uno se desgañita, ante extranjeros que desconocen la inversión óptica y la ilusión alucinante que es el reino de terror del FSLN en Nicaragua, explicando que en nuestro país lo racional es irracional, lo falso es cierto, lo imposible recorre las calles en carrozas pagadas por el Estado, la maldad habla de amor y la imprudencia temeraria habla de cuidar al pueblo. No entienden, los extranjeros, porque dudo que haya en este planeta un rincón donde se haya establecido con tal fuerza la realidad alternativa, donde las imágenes dementes que pueblan las cabezas de los líderes del culto sean la verdad, y toda verdad sea un ardid del enemigo.

El misterio más grande quizás sea la capacidad que tienen estos enajenados para envolver a tantos en su bruma. Han creado un mundo tan retorcido que hasta sus enemigos aceptan las reglas del manicomio. De esto he escrito con frecuencia, de cómo la supuesta oposición acepta vivir en el redil insano del ortegamurillato, de cómo aceptan como inevitable, como inamovible, como incambiable, la dinámica de poder que la dictadura ha implantado. Aceptan incluso, con resignación enfermiza, que el manicomio siga en pie por tiempo indefinido, pintando tal vez las paredes, cambiando los guardias de la entrada por gente de mejores modales. Aceptan que los dementes rijan, que concurran, como gente sana y que no representa un peligro inminente a la seguridad colectiva, a una elección que presuntamente limpiaría la casa, es decir, el manicomio.

Es un misterio, porque estamos hablando de supervivencia social, y el más básico instinto debería hacernos reaccionar. Hay que poner el embrujo chayorteguista en esta perspectiva: si quedara un ápice de cordura, una onza de miedo racional, de rechazo al nihilismo autodestructivo, los poderosos del país, desde el ejército hasta los más acaudalados propietarios (ricos, insisto, desproporcionadamente, y por tanto desproporcionadamente poderosos) buscarían como arrancar el poder político a la pareja de El Carmen. No digo que lo harían por amor a la democracia y la libertad, sino por instinto de supervivencia. Que no lo hayan hecho, que no lo hagan, especialmente después de la respuesta carnavalesca del régimen ante una pandemia mundial, produce escalofríos. Temo que la insanidad se ha adueñado del país entero, que el espejismo dantesco que habita El Carmen se ha vuelto más real para los nicaragüenses que la realidad misma.

Porque tampoco hay una reacción ‘privada’ ante la crisis. Todo queda al capricho de los tiranos. El cuerpo inerte de la sociedad civil no reacciona para contener la pandemia. Las inmensas fortunas acumuladas por una media docena de milmillonarios, por ejemplo, son tan desproporcionadamente grandes, que bien podrían soportar, con triunfo del beneficio sobre el costo, una campaña masiva al margen del Estado. Un programa a gran escala de educación en higiene y ‘distancia social’; de presionar para que se desbanden las aglomeraciones, que son como tanques de gasolina esperando la chispa del virus; de obtención y distribución de máscaras; de obtención y administración de tests para monitorear la incidencia del virus (algunos de estos milmillonarios son, irónicamente, empresarios del sector de la Salud); racionalización de sus operaciones: dar vacaciones adelantadas de Semana Santa; no participar en la campaña, criminal e irresponsable, de promover el turismo internacional y doméstico.

En fin, muchas otras opciones habrían, una vez que la sociedad despertase, que la creatividad humana se activara. Pero hace falta liderazgo. Hace falta el sensato que dé el paso adelante, que diga lo que haya que decir, que se atreva a despertar al embriagado, avisarle que se quema la casa, que se atreva a contrariar a una sociedad presa del terror de un régimen y del embrujo de la mentira que lo alimenta, y a la que acuden no solo sus prosélitos, sino la mayoría de quienes aspiran a tener poder político en el país.

«No quiero tener miedo», me decía ayer una persona muy querida y generalmente muy sensata. Pero el miedo es la respuesta racional que obliga a manejar los riesgos, y a proteger la vida. Solo los cuerpos muertos están exentos de tal reacción. ¿Está muerto mi país?



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