Algunas ideas sobre verdad, coraje y libertad

Si algo hay que temer es al silencio impuesto por el terror social o la ignorancia. Las ideas no nacen para ser respetadas; deben ser escalones, más que ídolos sobre un pedestal…

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28 de enero de 2020

La verdad nos hace libres.

Si uno renuncia a ponderar, a proclamar, a cuestionar, a exponer a cuestionamiento lo que uno considera verdad, se condena a sí mismo a una vergonzosa servidumbre; a vivir, doblada la cerviz, murmurando entre dientes; a vivir sombría existencia. No es exagerado decir que también condena a otros a sufrir opresión, y ayuda a quienes hieren el derecho universal a una vida digna. Y si en el cálculo aparece una tiranía, renunciar a la verdad es condenar a otros a muerte.

Pero decir la verdad requiere coraje moral, especialmente cuando la verdad es dicha en el espejo individual o colectivo. Es fácil criticar a nuestros enemigos, o a quienes nuestros amigos–o presuntos amigos–consideran enemigos. En cambio, es doloroso criticar a nuestros amigos; y acarrea costos muy altos criticar a quienes en nombre de la amistad, o de una presunta…

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Algunas ideas sobre verdad, coraje y libertad

28 de enero de 2020

La verdad nos hace libres.

Si uno renuncia a ponderar, a proclamar, a cuestionar, a exponer a cuestionamiento lo que uno considera verdad, se condena a sí mismo a una vergonzosa servidumbre; a vivir, doblada la cerviz, murmurando entre dientes; a vivir sombría existencia. No es exagerado decir que también condena a otros a sufrir opresión, y ayuda a quienes hieren el derecho universal a una vida digna. Y si en el cálculo aparece una tiranía, renunciar a la verdad es condenar a otros a muerte.

Pero decir la verdad requiere coraje moral, especialmente cuando la verdad es dicha en el espejo individual o colectivo. Es fácil criticar a nuestros enemigos, o a quienes nuestros amigos–o presuntos amigos–consideran enemigos. En cambio, es doloroso criticar a nuestros amigos; y acarrea costos muy altos criticar a quienes en nombre de la amistad, o de una presunta comunidad de intereses, suponen tener derecho a nuestro silencio, a nuestra complicidad. Robert Kennedy resaltó con elocuencia–dio en el clavo proverbial–la magnitud de este reto. «El coraje moral», escribió, «es un bien más escaso que la valentía en combate, o que una gran inteligencia». Piensen en todos los arrojados que se vuelven héroes en una trinchera, en la toma de un palacio, o en la cárcel, y luego revelan su miseria humana ante los débiles, ante los vulnerables, ante otros seres humanos que quieren asentar su verdad en tierra libre. Piensen en los rostros frescos y las miradas inocentes que gritan con toda la fuerza de su joven testosterona, y luego aparecen del otro lado del abismo moral.

Pensando en todo esto, me encuentro esta definición en las redes sociales; no sé quién la ha escrito, pero tiene buena carga y buena luz: «El coraje moral permite actuar correctamente a pesar de recibir por ello descrédito, vergüenza, deshonor o represalias sociales.»

Verdad y tolerancia
El coraje moral requiere también tolerancia. De lo contrario, la expresión de nuestra verdad (adopto esta taquigrafía para no repetir «lo que creemos verdad‘) puede encarnar la negación del derecho de otros a expresar la suya.

Advierto, en este punto, la trampa artera de los adoradores del silencio ajeno: bajo una máscara de tolerancia buscan desinflar el entusiasmo de quien se atreve a hablar, rehuyen el reto del debate, acusan al interlocutor de intolerante a cuenta de la energía y el ímpetu con que este presenta sus argumentos. Visten de tolerancia su indisposición a escuchar ideas contrarias; dicen que su sordera es legítima defensa ante la perversidad de quien cuestiona.

Hacen de todo, menos exponerse –exponer sus conciencias– a que la fragilidad o fortaleza de sus puntos de vista sean puestas a prueba. Al hacerlo, infectan la cultura de la sociedad de una aversión venenosa al flujo libre de las ideas. De esta manera nos condenan al choque irracional, a la violencia en sus múltiples formas, desde el desdén por los desposeídos hasta el asesinato del rebelde.

Por eso es necesario recordar, o aprender, que la tolerancia no es pasividad, ni es pereza. Es cierto: la pasividad y la pereza calzan dentro de la fórmula amable, el trillado «respeto tu opinión». Esta es, sin embargo, más un alto al debate civilizado que un avance en su dirección. Porque el ascenso hacia lo racional se construye sobre terraplenes: subimos de un nivel a otro una vez que acumulamos (siempre temporalmente, siempre provisionalmente, por supuesto) evidencia que nos hace descartar o validar creencias. «La tierra es plana», a estas alturas, no es una opinión respetable. Tampoco lo es «Hitler fue un buen gobernante». ¿Qué sentido tiene decirle «respeto tu opinión» a un fanático sandinista que grita que «el comandante no ha matado a nadie»? ¿En qué sentido es esa una opinión respetable?

Más bien, diría yo, la formulación de la tolerancia genuina es «respeto tu derecho a opinar». Y con ese respeto, nuestra obligación–más bien nuestra imperiosa necesidad— es aprender y activar la tolerancia activa, la que busca el combate de ideas, para el cual no solo precisamos estar dispuestos al esfuerzo intelectual y moral de construir argumentos y presentarlos sin miedo, sino que también a escuchar los argumentos de los demás.

¿Quién dijo miedo?
Si algo hay que temer es al silencio impuesto por el terror social o la ignorancia. Las ideas no nacen para ser respetadas; deben ser escalones, más que ídolos sobre un pedestal; deben ser más gladiador que emperador, deben batirse entre ellas sin tregua para que demuestren su fortaleza o perezcan. No hay nada más peligroso que hacerles un trono, un altar, o un cuartel. Una idea protegida de tal manera se convierte en dogma. Y de los dogmas, líbranos Señor.



Un cuento (¿un cuento?)

Mientras tanto, Ortega sigue ahí, como el dinosaurio del cuento, más rico que nunca, preparando la elección del Chigüin.

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26 de enero de 2020

La fórmula para la supervivencia de Ortega es esta: elecciones en el 2021 frente a la Coalición Nacional. Por algo es lo que el dictador pidió (impuso) desde el comienzo de la crisis. Y es exactamente lo que los opositores Alianza/UNAB (ahora, por hoy, Coalición, sucias ya las otras siglas) están dispuesto a darle:

Ortega o su designado participan en elecciones, Ortega acepta «perder», pero se queda con todos sus recursos; ya no es presidente, y sin embargo tiene todo el poder represor que antes tenía: todos sus espías y paramilitares, en puestos intocables dentro del Estado, las universidades, los juzgados, en el ejército y policía; sus canales de televisión y muchas otras empresas; y su red de jueces (podría decirse que su propio sistema judicial).

Ellos se encargan de neutralizar, por las malas o las pésimas, a cualquiera que piense en hacer justicia, ahora…

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Un cuento (¿un cuento?)

26 de enero de 2020

La fórmula para la supervivencia de Ortega es esta: elecciones en el 2021 frente a la Coalición Nacional. Por algo es lo que el dictador pidió (impuso) desde el comienzo de la crisis. Y es exactamente lo que los opositores Alianza/UNAB (ahora, por hoy, Coalición, sucias ya las otras siglas) están dispuesto a darle:

Ortega o su designado participan en elecciones, Ortega acepta «perder», pero se queda con todos sus recursos; ya no es presidente, y sin embargo tiene todo el poder represor que antes tenía: todos sus espías y paramilitares, en puestos intocables dentro del Estado, las universidades, los juzgados, en el ejército y policía; sus canales de televisión y muchas otras empresas; y su red de jueces (podría decirse que su propio sistema judicial).

Ellos se encargan de neutralizar, por las malas o las pésimas, a cualquiera que piense en hacer justicia, ahora que «estamos en democracia»; de castigar a todo aquel que «agarra la vara» de que el sandinismo ha sido derrotado.

Ante el mundo, ya es imposible quejarnos: el gobierno ha sido «libremente electo»; la presidenta Cristiana Chamorro pide que seamos prudentes, que «vayamos poco a poco; cada paso nos acerca al sueño de mi padre». El vicepresidente Arturo Cruz (o si no vicepresidente, Canciller) se encarga de calmar a unos pocos escépticos en Estados Unidos y la Unión Europea (aunque la mayoría tachan muy alegremente el «problemita» de su agenda). «Gracias a Dios», nos dice, «los nicaragüenses son muy sensatos y saben que lo más importante es la gobernabilidad. Salvamos el Cafta. Es tiempo de atraer más inversión».

En la Asamblea, el líder de la Coalición, Juan Sebastián Chamorro, ve el poder que esperaba desmoronarse por la deserción de políticos aliados, quienes súbitamente descubren que no pueden oponerse frontalmente al FSLN. Han aprendido que «no es lo mismo estar en la oposición que gobernar; aquí tenemos que asegurarnos de que se aprueben proyectos y de que entre dinero al país; no podemos estar siempre como perros y gatos; los sandinistas son también nuestros hermanos nicaragüenses».

Otros de la ya difunta alianza electoral, como el nuevo alcalde de Managua, Félix Maradiaga, contemplan el espectáculo desde espacios donde esperan construir su base de poder, para después recoger los «tucos» de la Coalición en un futuro proceso electoral.

Van apareciendo cadáveres de exilados que regresaron después de la «derrota» del FSLN. El ministro de gobernación, José Pallais, especula que los asesinatos podrían ser obra de «extremistas» que quieren sabotear la «reconciliación con justicia» (el nuevo lema del gobierno). «No sabemos exactamente, pero no vamos a descansar hasta que esto se aclare, incluso hemos recibido ofertas de asistencia técnica del FBI. Pero que quede claro que estos crímenes no reflejan la voluntad de la mayoría, que todos estamos trabajando para construir un país mejor, por fin en paz; no dejemos que nadie nos desvíe de esa ruta. ¿Se acuerdan cuando la gente gritaba «¿cuál es la ruta?». Pues, esta es la ruta.»

Mientras tanto, Ortega sigue ahí, como el dinosaurio del cuento, más rico que nunca, preparando la elección del Chigüin.

Ese día llegará

…En el 2018 faltaba un conocimiento crítico, que costó muchas vidas: quiénes son los enemigos de la democracia y del pueblo.

La identificación del enemigo es esencial.

En aquel momento la gente se dejó engañar por el cardenal Brenes y por el gran capital.

Ambos son enemigos de la democracia y del pueblo.

Una vez claro el mapa del terreno, se trabaja para que el odio de la gente hacia la dictadura, y las ansias de libertad, traduzcan la resistencia (que es un acto de la conciencia, y ocurre en las cabezas de todos) en la próxima oleada de rebelión.

Esta vez nadie va a escuchar los cantos de sirena de «diálogo» en la vocecita mañosa de Brenes, ni los llamados a la «negociación» de los agentes del segmento más corrupto del segmento más rico del segmento de herederos-propietarios que se arroga la representación de los empresarios del país; la gente que ha impedido que las presiones internacionales sean más fulminantes.

El día llegará.

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