Los motivos de Almagro (¿quién escucha la voz de nuestros muertos?)

27 de junio de 2019

Es casi demasiado cierto que la unión hace la fuerza, y que hace falta mucha fuerza para extirpar a una dictadura enquistada y dispuesta a matar antes que irse.  Igual de cierto, sino más, es que para que dicha unión exista debe haber voluntad de extirpar.  Y digo, conscientemente, extirpar: “arrancar de cuajo o de raíz; acabar del todo con algo, de modo que deje de existir.”

Esa es la voluntad de la abrumadora mayoría del pueblo nicaragüense, la que sufre la ausencia de más de quinientos muertos, cerca de ochenta mil desterrados; la que quisiera que los mil desaparecidos fueran encontrados con vida, pero alberga la sospecha macabra, casi una convicción, de que muchos serán encontrados en fosas comunes, algún día; simple epílogo triste. 

Decencia, prudencia

Esto es lo que el pueblo desea, por decencia, pero también por prudencia: sabe que no es posible libertad sin democracia, y democracia sin justicia.  Y lo sabe, no porque lo ha leído en grandes tratados, sino porque ha tenido de maestro al dolor, y conoce el mal de cerca —ha convivido con él durante cuarenta años.  Después de tanto padecer, las verdades se aparecen diáfanas un día, despejan toda neblina en la conciencia, se dejan ver–a quien no cierra los ojos: ¿quién puede negar que en Nicaragua existe una dictadura terrible, que ha ocurrido un genocidio, y que los culpables arriesgan su libertad y sus riquezas si aceptan abandonar el poder? ¿quién puede negar que ya una vez ellos dialogaron, dejaron el poder formal, pidieron perdón, prometieron “corregir sus errores”? ¿quién puede negar que mentían? ¿quién puede decir que ilícitamente acumularon grandes riquezas antes de “regresar” y acumular muchas más, también de forma ilícita? ¿quién puede proponer, responsablemente, que con estos individuos puede llegarse a un “acuerdo” que permita una transición democrática incruenta? ¿quién puede creer que, sin enjuiciar a los culpables y expropiarles sus enormes y mal habidas riquezas, sin desmontar su red de sapos, sus paramilitares, sus policías, su control sobre el Ejército, pueda impedirse que “gobiernen desde abajo?

¿Quién?

Uno hace esta pregunta bajo la mirada arrogante y furiosa de gente con inmenso poder económico y acceso a los alto círculos de la diplomacia, que creen que el país es suyo y suyo es con exclusividad el derecho de representarlo.  Ha sido así desde que los criollos centroamericanos, más por inercia que por voluntad, se separaron de España en 1821, y desde que los criollos granadinos y leoneses, más por mezquindad provinciana que por haber descubierto una nueva ‘patria’ se separaron de la República Federal de Centroamérica en 1838.  

Por eso hay en nuestros pueblos poco registro y memoria histórica, y mucho hermoseamiento del camino feo que hemos recorrido.  Pero antes era menor nuestra conciencia, y más pobres los medios de expresarla. Así que hay que sacar al sol la historia oculta, la de antes y la que hoy intentan construir los descendientes de aquellos criollos del siglo XIX. Hagamos constar que sus voces no son verdaderamente representativas del sentir de la nación, y que –independientemente del desenlace de la lucha actual por la democracia, que ellos mediatizan—no pueda engañarse a las generaciones del futuro.

¿Quién?

Los voceros más visibles de la Alianza Cívica, Mario Arana Sevilla, Juan Sebastián Chamorro García, y José Pallais Arana, afirman que sus negociaciones son la clave para lograr la democratización de Nicaragua.  Hay que decir que estas negociaciones se conducen en el más oscuro secreto, o, mejor dicho, sin permitir que los nicaragüenses se enteren de lo que ocurre, hasta que los notables de ambas partes informan lo que los señores tienen a bien sobre nuestro futuro.

En esas negociaciones los representantes de la Alianza Cívica han firmado acuerdos insólitos, que aceptan reducciones de derechos por debajo de lo que la propia Constitución establece.  Los negociadores alardean de haber logrado sacar de la cárcel a la mayoría de los presos políticos, pero estos salen a una cárcel mayor, a vivir bajo el asedio constante de la dictadura y la amenaza de ser regresados al calabozo si “repiten”, es decir, si hacen uso de sus derechos ciudadanos. Dicho sea de paso, no se ve a la Alianza reclamar con fuerza que liberen a los restantes prisioneros de la lista (unos 89), ni a los que la dictadura ha venido secuestrando recientemente.  Y el silencio acerca de los aproximadamente mil desaparecidos que documenta la Asociación Nicaragüense pro-Derechos Humanos es inmoral.

Lo peor es que las negociaciones dejaron en claro que para el régimen el diálogo es poco más que un descanso en la escalera de la represión. El diálogo, en efecto, ha salvado a la dictadura, y la dictadura impera con más prepotencia hoy que cuando comenzaron las conversaciones.  Ha logrado, por el momento, apartar a los opositores más decididamente democráticos, y permite—si es que lo considera conveniente—que se sienten a la mesa solo los interlocutores que dependen de sus antiguos socios del gran capital.  Porque para nadie es secreto que la Alianza Cívica, aunque exhiba nominalmente la presencia de algún estudiante, sigue los dictados de los grandes empresarios.

El plan fatídico

Que quede constancia de todo esto, y que quede constancia de que, hasta la fecha, a fines de junio de 2019, más de catorce meses desde que la insurrección cívica fuera seguida por un genocidio, la Alianza Cívica, de la mano de los grandes capitales del país, no lucha por poner fin a la dictadura de Daniel Ortega, Rosario Murillo, y su partido, el FSLN. 

Porque ponerle fin, extirparla, acabar del todo con ella [“de modo que deje de existir”] no es su objetivo declarado, ni es compatible con su estrategia. Lo sabemos por confesión propia de los líderes de la Alianza, por inferencia de sus acciones, y por información sobre sus maniobras. 

En contra de los deseos del pueblo, pero siguiendo las directrices de sus patrocinadores, la Alianza está dispuesta a aceptar que Ortega, Murillo y el FSLN, acusados con amplia documentación de crímenes de lesa humanidad, sean legitimados como participantes en un proceso electoral presuntamente democrático, a través del cual la Alianza espera—nos dicen– ganar control del Ejecutivo y una ‘mayoría calificada’ en la Asamblea Nacional.  La justicia por los asesinatos, torturas y desapariciones vendría “en una futura administración” según Arana, y la “mayoría calificada” que obtendría la Alianza en la Asamblea le permitiría llevar a cabo ‘reformas democráticas’.

Este escenario idílico, el de la transformación indolora de Nicaragua en Suiza, y de la epifanía del FSLN, triunfo bondadoso de la justicia universal que la “comunidad internacional” regalaría a los agobiados nicaragüenses, es la trampa más peligrosa y potencialmente cruel que pueda imaginarse para un pueblo que ha sacrificado tanto por salir de la barbarie.

A los lobos

Lo que Arana Sevilla, Pallais Arana, Aguerri Chamorro, Chamorro García, Pellas Chamorro, Zamora Llanes y resto de la élite financiera y política empujan incansablemente, es un “arreglo” que resuelva la crisis, no con la democracia por meta suprema—nunca ha sido su prioridad– sino en busca de una ‘paz de los negocios’ que en la práctica será la paz de los sepulcros para muchos, y la tumba de otra oportunidad desperdiciada para sacar al país del atraso.

Es un arreglo que protegería lo que a ellos interesa, sus intereses comerciales, sacrificando lo que al resto de los ciudadanos interesa, la libertad.  Porque incluso de libertad carecen menos que el resto de sus conciudadanos los señores de marras, ya que la injusticia en Nicaragua es tan estructural que en la practica los derechos reflejan fielmente las disparidades y los abismos entre clases.  No hace falta añadir una sílaba más para que un lector medianamente enterado y honesto asienta.

Además, es un arreglo que lanza al pueblo de Nicaragua a los lobos; que puede dejarlo en manos del sicariato por décadas, y en última instancia conducir a una nueva guerra, como tantas veces en el pasado, por la incompetencia y falta de visión de las élites.

Ya he explicado este escenario macabro en múltiples textos. Tiene su origen en que la Alianza Cívica, como interlocutora ‘oficial’ en el diálogo, abdica y abandona la exigencia de que la dictadura desaparezca, de que los genocidas sean juzgados, y más bien acepta que participen como cualquier ciudadano impoluto en elecciones ‘libres’.

Sin justicia previa, el orteguismo elige alcaldes y diputados en el nuevo gobierno, ganen o pierdan, y mantiene el control de todos sus bienes, de todos sus espías, sicarios y mandos en la Policía y el Ejército, instituciones en las que cabría esperar, a lo sumo, cambios cosméticos, “en una futura administración”. 

Ortega, Murillo, y sus secuaces, quedan entonces en condición de gobernar “desde abajo”, si precisan, lo cual con seguridad se traducirá en “asesinar desde las sombras”.  Y esta vez, como para la comunidad internacional ya habrá “pasado la crisis”, cualquier queja ante las instituciones regionales recibirá la misma simpatía que inspiran a Luis Almagro, Secretario General de la Organización de Estados Americanos, los asesinados de Colombia: no deberían matarlos, por supuesto, pero los acuerdos de paz “van bien, el gobierno cumple”. 

El diablo se viste de Almagro

Dice, por cierto, don Luis, que “la excarcelación de la mayoría de los presos políticos demuestra niveles de compromiso del sandinismo para lograr una solución negociada”.  El Secretario General aparenta sentirse muy confiado—políticamente hablando– en su postura amistosa hacia Ortega; tanto, que se atrevió a dedicar al dictador estos versos: “Ortega, por otro lado, teniendo muchos menos recursos, trata de resolver el tema de salud, el tema de educación; sigue tratando de resolver los temas sociales de su país”.

En otras palabras: el diálogo con Ortega funciona, el gobierno es legítimo, es ‘bueno’, hay que evitar la aplicación de la Carta Democrática que lo expulsaría del sistema interamericano.  Y como en estos menesteres no hay coincidencia, es de notar que casi simultáneamente el embajador de Estados Unidos ha resaltado que la excarcelación de los reos políticos revivió “las esperanzas de que sería posible seguir avanzando en la negociación”.  Su texto, por supuesto, es mucho más crítico del régimen que la carta de amor de Almagro.  Pero ese es el empaque, no el regalo.

Las huellas

Sin ánimo de detener la merecida lapidación de Almagro en las redes sociales, permítanme sugerir que aunque la fibra moral del Secretario no impresione, quizás deberíamos orientar nuestra furia más productivamente, en otra dirección: si seguimos las huellas del discurso del embajador, y del panegírico de Almagro, llegamos fácilmente a los pies de la Alianza Cívica.

Apenas días antes de las declaraciones de Almagro, Juan Sebastián Chamorro se preguntaba en voz alta si no habría una estrategia mejor que la aplicación de la Carta Democrática al régimen orteguista.  Y no olvidemos que antes del “compromiso del sandinismo para lograr una solución negociada”, de Almagro, está el “alguna voluntad tiene el gobierno”, de Mario Arana.  Esto, sin contar con los múltiples reportes fidedignos de que miembros de la Alianza y sus patrocinadores del gran capital visitaron Washington en días recientes, buscando aminorar el paso hacia sanciones más severas contra el gobierno.  De nuevo, las palabras de Arana: “más bien hay que evitar las sanciones”.

¿Qué explica estas confluencias?

Una explicación plausible de este coro a tres voces es la terca insistencia de la élite nicaragüense, a despecho de la voluntad popular, en un proceso electoral que incluya a Ortega, Murillo y su FSLN.  Esta postura es tan difícil de defender desde el realismo político que, por mucho que traten de hacerla pasar por ‘pragmática’, se enrosca hasta estrangular la lógica de sus proponentes, y los obliga, primero a defender los ‘logros’ de la negociación, y luego a defender la ‘credibilidad’ de las promesas hechas por la dictadura.  De ahí al elogio hacia el tirano el puente es corto: basta un poco de la nostalgia ‘revolucionaria’ de Almagro, o el recuerdo dulce de sus tardes afables en El Carmen antes del estallido libertario de Abril.  En cuanto al resto del coro: para el embajador Sullivan, y en general para los diplomáticos involucrados, nada es más reconfortante, nada ansían creer con más afán, que “hablando se entiende la gente”—especialmente, la gente de los círculos de poder.  Al final se trata de burócratas, incluso cuando actúan con buena voluntad: necesitan reunirse para administrar el mundo según su raciocinio.

La gran mentira

Por tanto, es muy posible que nos equivoquemos—sopladores de cuajadas imperiales que somos—si asumimos que la Alianza hace “lo que la comunidad internacional y Estados Unidos quiere”. 

Esto es, más bien, lo que los señores de la Alianza quieren que creamos, para darle un sello de inevitabilidad a su proyecto de pacto, y para refractar la culpa si algo sale mal. 

En el fondo se trata de una lógica, y un discurso, que guarda similitudes con el de Ortega, quien hizo carrera política acusando al ‘imperio’ de cualquier estrago ocurrido bajo su mando.  Los resultados, tan terribles, deberían llevarnos a revisar y revalorar nuestra relación con el mundo a través de la historia.  Es verdad: Nicaragua es pequeña; pero es un error peligroso atribuir al juego geopolítico de las potencias la raíz de todos nuestros males.  No somos—y no son las élites—simples, inocentes, pasivas víctimas.  La realidad es mucho más compleja.  Tenemos—tienen las élites—más responsabilidad en los hechos de nuestra trágica historia.  Tenemos—tienen las élites—rutas alternativas, y opciones. 

En familia no hay engaño

Es falso, por ejemplo, que Estados Unidos necesite obsesionarse con una salida electoral que incluya a Ortega. Es falso que la OEA tenga que hacer lo mismo.  Nicaragua apenas cuenta en el interés estratégico de Estados Unidos; y, en cualquier caso, no hay razón alguna por la cual no pueda aceptar que la sociedad nicaragüense, desde los propietarios más ricos hasta el habitante más pobre, se niegue a vivir bajo un régimen genocida, y exija su renuncia o busque su derrocamiento para establecer un sistema democrático.  La dinámica de la respuesta internacional depende en gran medida de la fuerza y determinación de los nicaragüenses en lucha por su propio país.  Las metas de la Insurrección de Abril son sin duda aceptables, y hasta amables, para las naciones americanas, exceptuando el puñado de autocracias con las que, de todos modos, no se puede contar, cualquiera sea la estrategia. 

La transferencia de responsabilidad que hace la Alianza me recuerda una anécdota que contaba mi padre. Una historia de herencia, tierra y abuelo, como nuestra política.  Resulta que el mío había dejado unos terrenos en el interior del país, al norte del lago Cocibolca.  Las tierras colindaban con una propiedad de su hermano. Decía mi padre que pidió muchas veces a su tío que lo llevara a verlas, para tomar posesión, pero que siempre recibió esta respuesta: “me gustaría llevarte, pero es que hay un hombre metido en la propiedad”.  Años después, mi padre descubrió que aquel misterioso “hombre” era…su tío. 

Nuestra deuda

Por eso, insisto en que hay que recordarles a quienes dicen negociar en nuestro nombre que permitir a Ortega, a Murillo y al FSLN perpetuarse en la política a través de elecciones, y aceptar así su impunidad, no solo es una puñalada en el futuro de la nación, y un dar la espalda a las decenas de miles de exilados.  Es, por sobre todas las cosas, traicionar a estos compatriotas, hermanos nuestros, cuyas voces no pueden alzarse ya, más que a través de la nuestra y de nuestros actos: Darwin Manuel Urbina Urbina, Hilton Rafael Manzanares Alvarado, Richard Bermúdez Pavón, Álvaro Manuel Conrado Dávila, Alvis Yamíl Molina Hodgson, Carlos Alberto Bonilla López,  Erick Andrés Cubillo Solis, Gerardo Antonio Castillo Mendoza, Hammer Joel García Salinas, Harlington Raúl López García, Juan Carlos López Martínez, Marlon Manases Martínez Ramírez, Michael Humberto Cruz Sánchez, Moroni Jacob López García, Harvin Samir Solano García, Francisco Giovanny Sobalvarro Altamirano, Jairo Mauricio Hernández, José Abraham Amador, Franco Alexander Valdivia Machado, Orlando Francisco Pérez Corrales, Álvaro Alberto Gómez Navarro, Axel Yuriel Bonilla Romero, Marlon Maneses Ramírez Sandino,  Gerald Antonio Campos, Jaison Antonio Chavarría Urbina, José Adán Bone Díaz, José Luis Muñíz Cortéz, Lester Adán Vindell Picado, Lester José Flores Bracamonte, Marcos Antonio Saborio Anderson, Álvaro Gómez Montalván, Carlos Manuel Sandino Hernández, Ángel Eduardo Gahona López, Christian Emiliano Cárdenas  León, Carlos Manuel López  Monimbo, Bismarck Antonio Cuadra Castro, Celso José Díaz Sevilla, Danny Stanley Rivas, Eduardo Antonio Sánchez Flores, Francisco Javier Rodríguez Urgalín, Ismael Isaías Pérez Martínez, Ismael Josué Pérez Vílchez, Jerson Alexander Flores Medrano, Jonathan Steven Valerio López, José Daniel Sánchez López, José David Morales Pérez, Josué Rivas Yesner, Juana Francisca Aguilar Cano, Luis Alberto Muñiz, Nesker Eliezer Velásquez, Ramón Antonio Rodríguez, Richard Javier Bustamante López, Jimmy Jaime Paiz Barahona, Carlos Antonio Flores Ríos, Celso David Robles Díaz, José Daniel Sánchez García, Alfonso José Ramírez González, Roberto Carlos García Paladino, Darwin Elías Medrano Pérez, Kevin Josué Rivas González, Apolonio Delgadillo, Edwin Bismarck Gómez, Manuel Antonio Montes, Nelson Enrique Téllez Huete, Yamil Ronaldo Obregón Bustos, Elías Josué Sánchez Cuesta, José Antonio Arana Salinas, Kevin Roberto Dávila López, Jimmy José Parajón Gutiérrez, Javier Alexander Munguía Mendoza, Kevin Joel Valle Aguilar, Alejandro Estrada Vega, Carlos Alberto Miranda, César Castillo Castillo, Heriberto Antonio Rodríguez Canales, José Alfredo Leiva Chavarría, Jostán Abdel Gutiérrez Koock, Wilmer José Zúñiga García, José Israel Cuadra Aguilar, Violeta del Socorro Campos, Carlos Abel Aguilar, José Andrés Pérez, Humberto Antonio Parrales Reyes, Noel Calderón, Wilder Reyes Hernández, Henry Arauz, Erick William Espinoza Mendoza, Holman Eliezer Zeledón, José Alfredo Urroz Jirón, Ezequiel Rivera Hernández, Gilberto de los Ángeles Sánchez García, Bismark Enrique Chavarría, Benjamín Castillo Castillo, Luis Ramón Cruz Alvarado, Manuel de Jesús Chávez Ramírez, Marlon José Orozco Largaespada, Jaime José Reyes Téllez, José David Oviedo, José David Martínez Rivas, Cándida Rosa Herrera Rizo, Jorge Gastón Palacios, Keller Esteven Pérez Duarte, Alejandro Tomás Hernández Estrada, Yader Castillo, Rudy Chávez, Douglas Mendiola Viales, Gerardo Antonio Aburto, Erick Eduardo Pacheco, Heriberto Maudiel Pérez Díaz, Michael González Hernández, Orlando Daniel Aguirre Córdoba, Daniel Reyes Rivera, Fredy Josué González, Jefferson Kevin Reyes Benedi, Jorge Guerrero Rivas, Daniel García Reyes, Víctor José Valerio López, Jairo Antonio Osorio, José Manuel Quintero, Marvin Meléndez Linarte, Ruddy Antonio Hernández Almendarez, Juan Alejandro Zepeda, Marvin Meléndez Núñez, Carlos Manuel Díaz, Jonathan Morazán Meza, Darwin Alexander Salcedo Vílchez, Adolfo Enrique Castellón Arauz, Sixto Henry Vera, Donald Ariel López Áreas, Eduardo José López Mendoza, Rigoberto Carballo García, Javier Junior Gaitán Hernández, Geovanny Miguel Reyes, Carlos Evenor López Figueroa, Carlos Erick López López, Jeison Alexander Putoy, Camilo Javier Valle Martínez, Marvin Solórzano Salinas, Salvador de Jesús Arévalo, José Abraham Martínez, José Antonio Maltez Ramírez, Jahairo Antonio Espinoza, Chester Javier Chavarría, Francisco Zeas Orozco, José Casco Berrios, César Oniel López Vega, Marcos Antonio Padilla Díaz, Bismarck Badilla López  Carazo, Chris Montana, Víctor Cabrera García, Cristian Salvador Gutiérrez Arteaga, Abraham Jarquín Castro, Juan Roberto Gutiérrez Rodríguez, William Fuentes Torres, Héctor Manuel Tinoco, Noel Baldivia, Alejandro Enrique Cárcamo Gago, Marco Antonio González Briseño, Dixon Bismarck Soza Enríquez, Carlos José Zamora Martínez, Justo Jarquín, Michael Alexander López Médina, Roberto Pablo Corea Chávez, Ariel Ignacio Vivas, Marcos Gutiérrez  Jinotepe, Guillermo Méndez, Marcos Antonio Villalobos, Teodoro Ruíz, Winston Saballos, Lucas Antonio Sirias Pineda, Leopoldo Pavón Pérez, Jean Kerry Luna Gutiérrez, Ezequiel Martínez, Gilberto Urroz, Sandor Pineda Dolmus, Marlon Javier Médina Toval, Glen Mac Donald, Misurry Molina, Ulises Santiago Gogo, Wilton Cornejo Peralta, Óscar Velásquez Pavón, Maritza López, Alfredo Velásquez López, Mercedes Raudez, Daryeli Velásquez Muñoz, Matías Velásquez Muñoz, Francisco Ramón Arauz Pineda, Antonio Fernandez, Elizer Isaac Collado, Darwin Ramón Postome, Oscar Barberena, Marvin de los Santos López, Marcelo Cailagua, Edgar Guevara Portobanco, Eduardo Jessi Spiegler Szejmer, Francisco Javier Reyes Zapata, Kevin Antonio Cufi Reyes, Liliam Jaquelin Martínez, Michael Cipriano Gonzáles Hernández, Pánfila Alvarado Urbina, Jorge Castro, Lester Martínez Cubilla, Eliezer del Carmen Espinoza Aguirre, Jorge Zepeda Carrión, Cristian José Pineda, Cruz Alberto Obregón López, Dodany Castiblanco Blandón, Mauricio López Toruno, Freddy Antonio Dávila, Jackson Manuel Somarriba Vallecillo, Franklin Javier Mercado, Eddy Montes, y cientos más, a quienes con profundo respeto, admiración y gratitud añadiré a este texto en cuanto pueda completar la lista.

En su nombre, y en el de quienes la dictadura ha de asesinar si no se consigue la extirpación del orteguismo, reclamo una vez más: por decencia, por prudencia, la Alianza Cívica y los grandes empresarios deben abandonar la ruta de las componendas electoreras, y unirse a la ciudadanía en un pacto democrático.  Una unión que construya la desobediencia cívica total, noviolenta, a la dictadura, hasta desalojar de El Carmen a los usurpadores genocidas.  Solo así será posible construir la democracia y asegurarse que el holocausto de Abril no se repita nunca jamás. 

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